viernes, 17 de febrero de 2012

Cinco días en Praga

Lo más bonito, lo que nunca se me olvidará, la imagen que me viene a la mente al escuchar el nombre de Praga, es el cielo nocturno azul oscuro del verano desde el Puente de Carlos, él es uno de los varios que unen  la ciudad dividida en Norte y Sur, el Moldava pasa bajo mis pies y en el cielo se distinguen las siluetas de los edificios, cada cual distinto uno del otro, cada fachada distinta y pintoresca cada una de un color, se distingue mas al fondo el Castillo de Praga, terminando en altas torres góticas en punta, mientras, las únicas luces que alumbran el puente son las altas farolas, que parecen saludar desde mucho tiempo atrás con su luz, repartidas por el puente acompañadas de estatuas, violinistas, coros, un sin fin de actividad que no se como ni porque, siempre parecía acompañar el paisaje.
Más que un paisaje para mi, Praga es una sensación, las calles están cuidadas, el ambiente se compone, al menos en verano, de las idas y venidas de los turistas por la ciudad, cada uno con su idioma, pero disfrutando el mismo lugar, con los checos no mantuve demasiada relación pero puedo asegurar que el trato recibido fue amable e inmejorable, las múltiples terrazas y bares, alguna que otra discoteca también despuntaba en las noches, había música por cualquier lugar que pasaras, ya fuera un músico en la calle, ya viniera de los restaurantes o teatros.
¿Que qué me llamo la atención? El tranvía, aquí en España creo que no queda ni uno, allí es el medio de transporte que mas se utiliza y la verdad, opino que va estupendamente. El método de compra de billetes y de usarlos el algo distinto, ya sea tranvía o metro, compras tu billete y entras sin checarlo, eso si, en cualquier momento pueden pedírtelo con la mala suerte que si lo no tienes te pongan una multa, pero no vi a nadie saltarse el momento de comprarlo.
Basta que cojas un tranvía y te bajes en una calle, cualquier calle, para que después de caminar un poco te encuentres de pronto con una torre, si, una torre situada en  el centro, o al sur o al norte, ese tipo de torres de piedra, grandes, con una puerta de madera o sin ella, sus tejados que vuelven a terminar en punta y en algunos casos con un gran reloj avisándote que hora es, y pensaba, que me quedará por descubrir.
No solo caminas para encontrarte con torres, caminas para disfrutar por el hecho de pasear por unas calles que no tienen nada que ver con lo que ves aquí, allí las casas cada una son de un color, de un mismo estilo y distinta personalidad, en muchas fachadas encuentras los restos de los símbolos comunistas impuestos de otras épocas, las casas que dan al rio son mansiones, algunas de ellas con un pequeño embarcadero, en el rio nadan multitud de patos y cisnes, mas hacia el centro de la ciudad son mas humildes pero igual de bonitas, hay zonas para todo tipo de gustos, algunas destacan por sus tiendas de firma, otras por sus pubs, asomándote desde el puente, en  los barrios de las orillas del rio, puedes ver alguna rata saltando los escalones y dándose un paseo.
Quizá camines y aparezcas en la famosa plaza en la que se encuentra la Iglesia de Tyn con su reloj astronómico, el cual escucha toda la ciudad incluso al otro lado del rio en las horas en punto, y verás a toda la gente mirando hacia arriba, al pequeño espectáculo que ofrece la fachada móvil del reloj.
Atravesar el rio, y al otro lado la Catedral de San Vito, enorme, imponente y preciosa. No se queda lejos el Castillo de Praga, elevado sobre la ciudad, dentro de él, un pequeño pueblo que parece salido de algún cuento, en el que se encontraba la casa del famoso Kafka, éste pequeño pueblo que fue antes que un pueblo las casitas de los que trabajaban en el castillo merece la pena verlo, yo nunca había visto nada igual.
Con buen sabor de boca recuerdo su gastronomía, allí los perritos calientes no son de salchicha, son de chorizo, lo cual a mi me pareció fantástico pues con uno te quedas mas que satisfecho, se venden a montones también unos lazos horneados que están buenísimos pero solo  durante el día en las panaderías y puestecillos pues  luego cuando se va el sol recogen, y las múltiples cervecerías para los amantes de ésta, con los mucho tipos de cervezas distintas para ofrecer.
Me acuerdo del checo, que me pareció un idioma complicadísimo, a mi me costaba aprenderme una simple estación de metro con esos nombres tan raros y tan largos que me hacían pensar en cual seria su significado. El idioma aun así no da mucho problema, la mayoría de personas hablan bien el inglés e incluso encuentras personas que se manejan con el español y el italiano.
Los precios de las cosas, bueno, el tabaco caro, la comida mas barata que el tabaco, el transporte es económico y salir merece la pena, pero gastas.
Lo que mas me gusto de mi viaje, el barrio judío, me impacto el cementerio, porque a demás fui un día lluvioso y nublado, pero creo que no pudimos elegir un día mejor para disfrutar de esa experiencia. Yo nunca había estado en uno, me pasee con calma entre las tumbas inclinadas y descolocadas cubiertas de piedritas en lugar de flores en señal de respeto , era todo verde y el gris de las piedras.
Praga, en mi opinión, parece que se mantiene viva con apariencia de otra época, esa en la que aun se iba en coches de caballos y no había electricidad, lejos del ajetreo de las grandes ciudades, allí encontré la vitalidad de una ciudad que disfruta del ajetreo, la actividad y la cultura, sin prescindir de seguir siendo limpia y un escenario fantástico.
No hay que olvidar, que yo solo estuve cinco días, la verdad de Praga, como aquí, solo la puede conocer alguien que lleve en ella muchos años, que de verdad la conozca. Esto es tan solo lo que yo vi.

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